"Sueño con un futuro en el que la verdad es lo que da forma a la política de la gente, en lugar de que la política dé forma a lo que la gente piensa que es verdad".
Neil deGrasse Tyson.

viernes, 23 de febrero de 2024

"Por encima de esa ley, está la autoridad moral y la autoridad política [que soy yo]"

Por Daniel Galarza Santiago

Una de las imágenes de la década: el presidente López Obrador saludando a María Consuelo Loera, madre de Joaquín "el Chapo" Guzmán.

Esta semana no he estado tan al tanto de las noticias nacionales. Sabía que se había publicado otro artículo sobre los presuntos vínculos del narcotráfico y personas cercanas a AMLO, siguiendo la línea de los publicados en DW, ProPublica e InSight Crime a finales del mes pasado. La diferencia entre este nuevo reportaje, escrito por Alan Feuer y Natalie Kitroeff, en The New York Times (TNYT) y los anteriores, es el tiempo del que habla: ahora se nos informa de vínculos entre el crimen organizado y el actual gobierno encabezado por el "cabecita de algodón". 

"Pero". Hay un gran pero, según dicen los autores de TNYT:

"Pero Estados Unidos nunca abrió una investigación formal a López Obrador y los funcionarios que estaban haciendo la indagatoria al final la archivaron. Concluyeron que había poca disposición en el gobierno estadounidense para rastrear acusaciones que pudieran implicar al líder de uno de los principales aliados del país, dijeron las tres personas con conocimiento del caso, quienes no tenían autorización de ofrecer declaraciones públicamente."

Más importante aún, el reportaje con toda la honestidad intelectual posible y reconociendo los límites de la evidencia y las investigaciones, señala que "aunque los esfuerzos recientes de los funcionarios estadounidenses identificaron posibles vínculos entre los cárteles y los asociados de López Obrador, no hallaron conexiones directas entre el presidente en sí y organizaciones delictivas". 

O sea, el propio reportaje nos dice que, en el estado actual y teniendo en cuenta el conflicto de interés a un grado internacional, no hay evidencias directas para asegurar que el actual presidente de México tenga una conexión con el crimen organizado. Este es un punto que ni AMLO ni sus más fieles en el mundo del periodismo (como en Julio Astillero) parecen haber comprendido. El enorme esfuerzo que se ha hecho en el canal de Astillero, por ejemplo, para repetir ad nauseam que TNYT no ofrece evidencias concretas, aderezado con caras y expresiones de desprecio a este trabajo periodístico que desde siempre ha señalado que: 

"Buena parte de la información recolectada por los funcionarios estadounidenses provenía de informantes cuyos testimonios pueden ser difíciles de corroborar y en ocasiones resultan ser incorrectos. Los investigadores de EE. UU. obtuvieron la información mientras seguían las actividades de los cárteles del narcotráfico, y no está claro qué tanto de lo que los informantes les dijeron fue corroborado de manera independiente."

Pero más alarmante para muchos fue el cinismo con el que AMLO defendió su criminal acto de hacer el pública información privada de Kitroeff, una de las autoras del reportaje de TNYT, incluyendo su número de teléfono. El momento de su "mañanera" en que comienza a rasgarse las vestiduras presidenciales para dejarse las del autoritario que ha demostrado ser, diciendo que su acción no fue un error, aunque viole la ley de protección de datos personales, y que "por encima de esa ley está la autoridad moral y la autoridad política" que, obvio, él representa. Tanto anti-pejes y personas con más de dos dedos de frente escucharon con preocupación y cierto horror tales declaraciones.

Y no, amiguitos anti-pejes, ese horror no es porque AMLO sea algo diferente que los presidentes anteriores (o los que ahora compiten por serlo). La relación del crimen organizado y el gobierno mexicano es un hecho histórico demostrado, y no existe razón para pensar que en el actual sexenio desapareciera tal "alianza" como si por arte de magia se pudiera hacer. También es un hecho que los poderosos del país (no solo hablo de los políticos) siempre se han pasado por el arco del triunfo las leyes, haciendo que el discurso de "al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie" sea un bello sueño. No, el horror es mirar el cinismo con el que pude expresarlo, porque sabe que no habrá consecuencias para él.

El horror es leerse el reportaje y darse cuenta que dedica párrafos enteros para cituar el debido contexto de la información que está presentando, no como una verdad demostrada, sino como datos que una investigación en EEUU tenía de informantes parciales, que además se tomaron el tiempo de informar y preguntar a AMLO sobre el tema antes de publicarse, y que aún así, se acuse desde la presidencia de México de calumnia a la vez que se revela información privada de una periodista. El horror es mirar cómo se calumnia a periodistas y medios, acusándolos de privilegiados, de pertenecer a quién sabe qué élite, o de tener intereses partidistas, todo con nulas pruebas... ¡cuando se supone que es precisamente la falta de pruebas lo que tanto han buscado usar de argumento contra éste y los demás reportajes! 

El horror es mirar cómo el presidente de nuestro país decide violar ley, hacerlo público, ser cínico al respecto confesando que sí lo hizo y que lo volvería a hacer. Si a este grado de cinismo e impunidad se han estado acostumbrando nuestros políticos, ¿hasta dónde creen que podrán llegar los del sexenio que viene y los que sigan? Porque hoy, igual es una acción contra una sola persona. ¿Cuántas más se necesitarán para que, en el futuro, se pueda hacer algo al respecto? ¿Qué tan graves tendrán que ser las faltas? Lo cierto es que la historia demuestra que los poderosos pueden perpetrar crímenes varias veces peores que el confesado por AMLO esta semana, sí, pero ¿con ese grado de cinismo? 

Los mecanismos de la democracia en México, que tanto han costado y que siguen siendo indignantemente defectuosos, han sido los que evitan que las rabietas y los deseos autoritarios disfrazados de mesianismo hagan que vivamos en un país autoritario, a pesar de todo lo mal que podamos estar. Y en parte eso se lo debemos a varios de los que hoy ocupan puestos de poder o cercanos a ellos (y eso se lo reconocen hasta anti-pejes como Córdova). Por eso es que lo único que podemos hacer hoy es criticar a quienes están en el poder de la manera más honesta e imparcial que se pueda (y a veces no es tanta como quisiéramos), aunque el presidente se enoje porque "cualquiera" critique (lo que para él solo se puede definir como "calumnia") su gestión, sus palabras y/o sus acciones.

Pero para que no nos cuenten, escuchen ustedes mismos:




No hay comentarios.:

Publicar un comentario